El mini es mi modelo de iPad favorito. Alguna vez he confundido mis prioridades y he acabado con un modelo de 10-11 pulgadas (me gasté un buen dinero en el primer iPad Pro con USB-C), pero al final los mini son, con diferencia, los modelos de iPad a los que más partido he sacado.
El mini es un dispositivo ideal para consumir contenido en movilidad. Viene a ser como la versión moderna de ese libro que nos llevábamos para cualquier desplazamiento en transporte público o allá donde fuera previsible un rato muerto o en una sala de espera. Esta portabilidad y comodidad para el uso en cualquier entorno hace que lo utilice mucho más que cualquier iPad de mayor tamaño, los cuales ofrecen escenarios de uso más complejos que, en mi caso, terminan haciéndose realidad en contadas ocasiones.
Apple no parece compartir mi gusto por este dispositivo. De hecho, es uno de esos patitos feos que parece que sacan un poco por obligación, por callar de vez en cuando a ese único consejero al que sí le gusta. Cada ciertos años, Apple lanza un mini que nos hace pensar que esta vez sí que se van a tomar en serio esta variante, para luego dejarlo prácticamente abandonado hasta sorprendernos años más tarde con una renovación que inicie un nuevo ciclo de decepción.
El iPad mini de 6.ª generación es un producto que esconde varias trampas. De primeras, parece un dispositivo de la gama Pro, con los que comparte aspecto visual, además de características como el puerto USB-C y la compatibilidad con el Apple Pencil de segunda generación, algo que en aquél momento (fue lanzado en 2021) estaba reservado para las gamas premium. Sin embargo, si empezamos a rascar vemos cómo nos vamos alejando de la gama media y alta, especialmente en el caso de la pantalla. Además de no incluir la tecnología ProMotion, algo que se nota más de lo que cabría esperar, la pantalla del mini está afectada por un problema de desplazamiento gelatinoso al usarlo en vertical.
La interfaz es otro problema donde vemos que el mini es un ciudadano de segunda. No es raro ver problemas de ajuste de webs y aplicaciones al tamaño de pantalla del iPad mini, con botones descuadrados que, en ocasiones, no responden a la pulsación. Desconozco cuál es el grado de implicación directa de Apple en este punto, pero claro, si tú no te preocupas demasiado por un producto, tampoco puedes pedir a los desarrolladores externos que estén especialmente pendientes de él.
La estructura de precios de este dispositivo también esconde trampas. Tras la rebaja de hace unos meses, nos encontramos con que podemos adquirirlo desde 599 EUR. El problema está en que el almacenamiento (64 GB) es un poco justo y no parece descabellado ampliarlo a 256 GB. Por otra parte, en un dispositivo tan orientado a la movilidad parece una buena idea apostar por la conectividad 5G. Elegir una de estas opciones nos hará saltar sin red a los 769 EUR, mientras que si queremos las dos cosas nos plantamos en 939 EUR.
Con estos precios es fácil que un potencial comprador acabe pensando que, para eso, se compra un Air o un Pro sin las limitaciones de hardware del mini. Llegamos así al dilema del huevo y la gallina: ¿realmente despierta poco interés el iPad mini entre los usuarios o es Apple quien impulsa esto con sus decisiones?
Si se cumplen los rumores, Apple próximamente lanzará una nueva generación del iPad mini. Todo apunta a que no veremos un gran cambio de estrategia respecto a este producto y, ateniéndome a lo visto hasta ahora, no puedo ser especialmente optimista. Ojalá me equivoque.
Ánimo con la newsletter amigo!!!! Pues fíjate que yo precisamente pienso lo contrario con el iPad mini. Automáticamente descartado porque para mi gusto se solapa con el iPhone Pro Max y de buscar, que no es el caso, buscaría el de 11” mínimo.